Tras una década al mando de la Facultad de Ingeniería, el actual rector de la PUC analiza los avances y transformaciones necesarias en la educación superior del país, con énfasis en que las universidades deben adelantarse a los cambios tecnológicos y sociales, formando profesionales capaces de liderar desde sus disciplinas.
En marzo de 2025, asumiste como rector de la Pontificia Universidad Católica. Destacaste la importancia de “estar alineados y conectados, dado que Chile necesita a las universidades”. En este contexto, uno de los desafíos país, transversal en educación y formación, es la innovación y sostenibilidad. ¿Cómo evalúas la incorporación de estas temáticas en la formación de los futuros profesionales del país?
Chile es un país que ha luchado por desarrollar un puente entre el conocimiento y la creación de valor con un éxito relativo. Si bien hay algunas facultades que lo han logrado, creo que donde aún existen falencias relevantes es en poder inculcar una verdadera cultura de innovación. Y para eso es muy importante que nuestros estudiantes, más que seguir cursos clásicos de cómo hacer un modelo de negocios, o hacer las cosas más prácticas o mejores, deban conectar la innovación con su propio quehacer disciplinar.
Esto ya que no es lo mismo innovar desde la ciencia y la tecnología para un ingeniero, que innovar desde los modelos de negocios para un ingeniero comercial. O innovar desde la creación, el arte o la arquitectura. Además de la base de conocimiento transversal, se debe conectar la innovación a la cultura de cada una de las disciplinas.
En sostenibilidad, hay objetivos que son muy claros e institucionales, por ejemplo, lograr ser carbono neutral y hacerlo en periodos específicos de tiempo. Sin embargo, creo que la cultura en esta materia también juega un rol fundamental. Es indispensable que la universidad sea un verdadero modelo para desarrollar comportamientos que sean sostenibles y sustentables en la comunidad. A nivel estudiantil, a nivel profesional, a nivel académico, creo que estas cosas hay que empaparlas dentro de las vivencias propias de la comunidad universitaria.
La base del conocimiento que está detrás, tanto de la innovación como de la sustentabilidad, puede ser algo no tan complejo de educar o enseñar. Lo complejo es cambiar comportamientos. Y para eso se requiere cambiar la cultura, intervenir los sistemas a través de proyectos marginales de alto impacto, que se relacionen a las necesidades que tenga cada universidad, facultad o comunidad. Creo que ese es realmente el gran desafío.
Durante tu periodo como decano de la Facultad de Ingeniería (2010- 2022), reformaste la malla curricular, aumentaste la proporción de mujeres en el alumnado y se generaron alianzas público- privadas. ¿Qué desafíos quedaron pendientes y cómo visualizas el presente- futuro de la educación en Ingeniería?
Estos son procesos continuos. Por lo tanto, lo que queda pendiente es seguir profundizando estas líneas de trabajo. Si se inicia, por ejemplo, un proceso de inclusión de talentos, o de profesionales dentro de la ingeniería, se puede romper una primera barrera, pero luego existen muchas otras que se deben seguir derribando. Existen, en algunos casos, verdaderos techos de cristal para el desarrollo real de mujeres dentro de la ingeniería, y en otras disciplinas ocurren situaciones similares.
Como primera gran tarea está el lograr seguir calando hondo con estas transformaciones. Entender bien qué proyectos producen cambios profundos y significativos, no quedarse con un primer intento, sino persistir. Estos proyectos transformadores en su esencia requieren de una mejora continua, evaluación y adaptación constantes, y medidas concretas para profundizar aún más y mejor los cambios que se están implementando.
Entre tus logros profesionales, destaca la participación en organizaciones internacionales. Por ejemplo, en 2024 te integraste como miembro de la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos (NAE). ¿Qué aprendizajes has adquirido en estas experiencias y cómo pueden aplicarse a la ingeniería chilena?
La Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos es básicamente un organismo asesor del gobierno y del estado para todos los temas relativos a la ingeniería. Es un referente para una serie de problemáticas que aquejan a la sociedad, y donde la ingeniería tiene algún rol relevante, transformándose en un ente consultor estratégico en los más variados aspectos.
Llama mucho la atención su nivel de organización, la forma de trabajar en comisiones efectivas y abocarse a proponer ideas al gobierno en ámbitos disímiles y estratégicos. En el ámbito civil, por ejemplo, materias asociadas a temas de infraestructura, desarrollo sustentable en infraestructura, o el envejecimiento de la misma infraestructura. Por cada una de estas comisiones pasan muchos temas, y como entidad cuentan con una orgánica que permite renovar a la organización cada cierto tiempo, incorporando nuevos talentos, lo que trae diversas miradas para generar discusiones de alto nivel sobre distintas materias.
Lo interesante es que esto ocurre en cada ámbito que se pueda conectar con la ingeniería. Incluso materias relativas a ciencias de base, salud, educación y desarrollo económico. Por lo que como organización se transforma en una entidad con una potencia gigante, que apoya de manera permanente proyectos significativos para el país.
Cuando desarrollamos la estrategia de resiliencia para chile, CREDEN, una de nuestras inspiraciones fue un documento generado- precisamente- por la Academia Nacional de Ingeniería. Se trata de una organización altamente relevante a la hora de mejorar políticas públicas, y tiene un gran valor no sólo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo.
El terremoto de 2010 en Chile marcó un antes y un después en la ingeniería antisísmica. Desde entonces, se han hecho mejoras técnicas. Sin embargo, el éxito de la ingeniería antisísmica se mide, además de la eficiencia técnica, por el impacto en las personas o resiliencia antisísmica. ¿Cómo ha progresado la ingeniería antisísmica en Chile (desde ese evento) y cómo evalúa la incorporación de la resiliencia?
Uno de los aspectos importantes que han tenido los terremotos en nuestro país, es que después de su ocurrencia el sistema de ingeniería sísmica chilena ha incorporado el conocimiento basado en la experiencia de esos terremotos para mejorar las normativas. Para ese entonces, el terremoto de 2010 había sido el sexto más relevante en la historia de la humanidad, por lo que fue una especie de gran laboratorio natural que produjo una serie de información y datos muy significativos para mejorar las normativas en Chile.
Luego de ese terremoto, la norma chilena NCh433 tuvo cambios relevantes respecto de aspectos muy puntuales, pero que causaron grandes problemas durante ese evento en particular. Materias relativas al diseño de estructuras, muros de corte y resistencia para edificios fueron modificados, de la misma manera las clasificaciones de los suelos y la comprensión integral del fenómeno sísmico en edificios de viviendas.
Hoy se empieza a entender que los contenidos de una estructura tienen que mantenerse en un estado razonable para que siga siendo operativa.
Como sociedad aprendimos, además, que no bastaba con que un edificio o estructura respondiera bien, sino que había que entender las estructuras y a los sistemas como un todo mucho más complejo. Es en ese contexto que los conceptos de “resiliencia” aparecen con mayor fuerza, siendo la capacidad que tiene un sistema de absorber un impacto como un terremoto, y luego poder recuperar su funcionalidad en el menor tiempo posible.
Hay un conjunto de elementos en que la visión de la ingeniería sísmica progresó significativamente, no sólo incorporando dimensiones técnicas, sino que en el entendimiento del rol que estas estructuras juegan en sistemas y redes críticas como hospitales, atención de urgencia, transmisión eléctrica, recursos hídricos y servicios críticos en general.
Todo esto permite que desde el punto de vista sismológico se haya avanzado significativamente en una serie de dimensiones críticas. Sin duda hemos sabido incorporar el conocimiento basado en la experiencia que generan estos grandes terremotos, y eso es un gran logro de nuestro país.
Los avances en innovación y tecnología son claves para el desarrollo y crecimiento del país. De hecho, confirmaste la intención de crear una vicerrectoría especializada en IA, datos y transformación digital. En este contexto, ¿cuáles son los principales desafíos de la ingeniería chilena en la actualidad y en los próximos años?
Es indispensable que dentro de la formación de ingeniería se aprovechen las capacidades que entrega esta gran cantidad de datos que se están recolectando y procesando gracias al uso de la IA, y que esto ocurra en las más variadas dimensiones del conocimiento.
Es muy relevante entender la IA como una herramienta que va a facilitar muchos procesos de diseño a nivel estructural y constructivos. En la parte técnica, me parece crítico incorporar estas metodologías de manera cotidiana en análisis y diseño estructural. Y es gracias a esto que surgen oportunidades enormes para contar con estructuras pre-analizadas, con bases de datos de gran tamaño, con modelos de comportamientos para distintos terremotos, permitiendo incorporar todo esto dentro de un diseño óptimo para una estructura.
En investigación, veo que hay un uso directo en el caso de redes neuronales, en el entendimiento y comprensión de sistemas que a veces son muy complejos de simular. En estos casos se usan modelos subrogados muy rápidos, que son capaces de entrenarse y realmente representar los comportamientos de sistemas complejos en tiempos infinitamente más bajos. Con eso se pueden analizar millones de situaciones y casos que antes no se tenían la capacidad para analizar.
Todas las dimensiones de la ingeniería van a quedar inundadas por las posibilidades que brindan la IA y los datos, y evidentemente esto representa una enorme ventaja, ya que nos va a permitir concentrarnos en aspectos más conceptuales sobre el comportamiento de sistemas.
La irrupción de la inteligencia artificial es un reto muy relevante. Como sociedad y universidades no nos hemos detenido a reflexionar profundamente sobre la magnitud de las transformaciones y consecuencias que tenemos por delante. Los cambios en las formas de operar y de vivir como profesionales, como seres humanos, van a ser significativos, y como universidad tenemos la gran responsabilidad de aportar y adelantarnos a esos cambios, y ayudar al país a aprovechar y navegar de la mejor manera posible estas transformaciones.
Juan Carlos de la Llera,
Rector Pontificia Universidad Católica.